El infierno es, según muchas religiones, un lugar o estado de sufrimiento después de la muerte donde las almas de los pecadores son castigadas. En contraste con el infierno, otros lugares de existencia después de la muerte pueden ser neutrales (por ejemplo, el sheol), o felices (por ejemplo, el cielo).
Etimología
La palabra infierno proviene del latín infernum,[1] "inferior".
Descripción
La palabra "infierno" se halla en muchas traducciones de la Biblia. En algunos casos es traducida por "sepulcro" o "el lugar de los muertos" y en otras se deja sin traducir como el caso de la palabra hebrea she’ohl que equivale a la [griego|griega]] hai′des que hace referencia a la tumba común de toda la humanidad. También está en este caso la palabra griega ge′en·na que hace referencia a la destrucción eterna.
Para las religiones cristianas y algunas no cristianas el infierno es un lugar donde los inicuos, después de muertos, sufren castigo y tormento. Este lugar está habitado por juan danieles(deminos)s.
El infierno es usualmente imaginado como un lugar subterráneo. Dentro del cristianismo y el islam, es concebido tradicionalmente como un lugar de dolor y sufrimiento, representados por el fuego.
Algunas teologías del infierno ofrecen detalles gráficos y siniestros (por ejemplo, el Naraka hindú). Las religiones con una historia divina lineal a menudo conciben el infierno como infinito (por ejemplo, las creencias cristianas). Las religiones con una historia cíclica suelen mostrar el infierno como un período intermediario entre encarnaciones (por ejemplo, el Di Yu chino). El castigo en el infierno habitualmente corresponde a pecados cometidos en vida. A veces se hacen distinciones específicas, con almas condenadas sufriendo por cada mal cometido (ver como ejemplo el mito de Er de Platón o la Divina Comedia de Dante), mientras que otras veces el castigo es general, con pecadores siendo relegados a una o más cámaras del infierno o niveles de sufrimiento (por ejemplo, según Agustín de Hipona los niños no bautizados, aunque privados del Cielo, sufrían menos en el infierno que los adultos no bautizados). En el islamismo y el cristianismo, de todas maneras, la fe y el arrepentimiento tienen mayor importancia que las acciones en determinar el destino del alma después de la muerte.
El infierno es usualmente imaginado como poblado por demonios, quienes atormentan a los condenados. Muchos son gobernados por un rey de la muerte, como Nergal, Iama (un dios benigno aunque severo, en el hinduismo), o Satán. Concepciones más modernas del infierno suelen definirlo abstractamente, como un estado de pérdida más que una tortura en el fuego literalmente bajo la tierra.
Definición de las Metáforas (explicación contemporánea)
Una simple pero explícita definición sería: "aquel lugar donde tendrás tormento eternamente" o "el sitio donde sufrirás mientras estés allí". El infierno, el Hades o el She'ol fueron las metáforas que, de forma gráfica, trataron de explicar una actitud y un punto de vista determinado. Basado en el análisis psicológico, se asume al infierno como un estado en donde "se entra por voluntad propia" al igual que el "Paraíso" o el "Edén", en otras palabras, es un estado emocional y punto de vista accedido por el libre albeldrío explicando así los estados "agónicos" o de "perpetuo dolor" y sus contrapartes de "placer" y "bienestar" que experimentan los seres humanos expresados como emociones. En épocas antiguas, la mejor forma de ejemplificar algo era de forma gráfica; lo hacía fácil de comprender para muchos. Basados en los criterios, experiencias y enseñanzas de cada uno, el infierno tiene muchos puntos de vista o perspectivas, ya que lo que podría ser considerado como "loable" para unos, para otros sería "deprorable" y viceversa. Estos puntos de vista discreparían en distintos lugares y tiempos, un ejemplo de ello se ve en los primeros años del cristianismo. Existían muchas acciones consideradas como "herejías", señalando un estilo de vida muy específico a seguir para alcanzar la gloria. Dentro de este contexto, se señalaba a cualquiera que pecaba o no seguia el camino señalado, como condenado al "aberno" (infierno), ya que se enseñaba concretamente (no adecuado en sí) qué era bueno y qué era malo. En la actualidad, el hombre se enfrenta a demonios y llega a acceder al infierno basado en sus criterios, pero los demonios actuales son la emociones negativas, entre las más relevantes: la depresión, ansiedad y desesperación (entre otras); se puede citar muchas más que nos llevan al punto agónico (el infierno en sí, en forma literal), que es cuando no vemos la salida a un problema en especial.
En el cristianismo
El dogma del "infierno" ha sido una enseñanza fundamental de la cristiandad durante muchos siglos, por lo que no extraña en lo más mínimo el comentario publicado en The Encyclopedia Americana (1956, vol. 14, pág. 81):
“Ha causado mucha confusión y desconcierto el que los primeros traductores de la Biblia tradujesen sistemáticamente el Seol hebreo y el Hades y el Gehena griegos por la palabra infierno. La simple transliteración de esas palabras en ediciones revisadas de la Biblia no ha bastado para paliar de modo importante esta confusión y malentendido”
La enciclopedia Americana (1956, vol. 14, pág. 81)
Así la palabra "infierno" que emplean la traducción católica de Félix Torres Amat, la Versión de Cipriano de Valera actualizada en 1909 y otras para traducir el término hebreo sche’óhl y el griego hái·dēs. Torres Amat no es consecuente en la traducción de sche’óhl, pues lo traduce (a veces con añadidos en bastardillas) “infierno(s)” 42 veces; “sepulcro” 17 veces; “muerte” 2 veces, y “sepultura”, “mortuorias”, “profundo”, “a punto de morir” y “abismo” 1 vez cada una. En la Versión Valera de 1909, sche’óhl se traduce “infierno” 11 veces, “sepulcro” 30 veces, “sepultura” 13 veces, “abismo” 3 veces, “profundo” 4 veces, “huesa” 2 veces, “fosa” 2 veces y “hoyo” 1 vez. Esta misma versión siempre traduce hái·dēs por “infierno(s)”, traducción que siguen las versiones Torres Amat, Felipe Scío de San Miguel y Nácar-Colunga, salvo en Hechos 2:27, 31.
No obstante, otras versiones actuales son más uniformes en la traducción. Por ejemplo, la Versión Valera (revisión de 1960) translitera la palabra original como “seol” 65 veces y emplea “profundo” 1 vez, mientras que utiliza “Hades” siempre que aparece en las Escrituras Griegas. Otro tanto ocurre con la palabra griega Gué·en·na que, aunque algunos la vierten por “infierno” (8 veces en la Versión Valera de 1909), se suele transliterar en la mayoría de las traducciones españolas.
Su acepción moderna es lo que hace que el término “infierno” sea una traducción tan poco ‘idónea’ de las palabras bíblicas originales. La Nueva Enciclopedia Larousse (1981, vol. 5, pág. 5201) dice bajo “Infierno”:
“Originariamente, la voz designaba lo que queda situado ‘más abajo’ o ‘inferior’ al espectador”. Así pues, la palabra “infierno” originalmente no comunicó ninguna idea de calor o tormento, sino simplemente la de un lugar “más abajo” o “inferior”, de modo que su significado era muy similar al del sche’óhl hebreo. Es interesante que incluso en la actualidad esta palabra significa, según la misma enciclopedia, “lugar subterráneo en que sienta la rueda y artificio con que se mueve la máquina de la tahona”
La Nueva Enciclopedia Larousse (1981, vol. 5, pág. 5201)
Las imágenes que asocian al infierno como lugar de tormento aparecen claramente descritas en el Nuevo Testamento, sobre todo como lugar de fuego inextinguible, de llanto, rechinar de dientes, de tinieblas exteriores, de cárcel, de gusano que no muere, de muerte, segunda muerte y condenación eterna.
"Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche" (Apocalipsis 14:9-11).
"Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mateo 13:41-42).
"Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mateo 13:49-50).
"... echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga" (Marcos 9:47-48).
Testigos de Jehová
Los testigos si creen en el infierno al que le dan por nombre [Hades], que para ellos es el sepulcro común de la humanidad y no un lugar de castigo y tormento eterno de fuego.
El infierno de fuego nunca ha sido parte de las doctrinas de los Testigos de Jehová afirmando que el creer en ello sería difamar a Dios al contradecir la idea de mostrar a "Jehová como un Dios de amor" (basada en 1ª de Juan 4:8). Ven contradiciones en la creencia de que el "Hades" es el infierno de fuego, como afirman otras creencias cristianas, ya que piensan que es ilógico que el infierno sea lanzado al infierno (lago de fuego y azufre), como se dice en el libro de Apocalipsis. Afirman que la idea del infierno es precristiana y proceden de culturas como la babilonica, asiria y egipcia, es por eso que las califican de "paganas" .
Los Testigos de Jehová creen en la muerte:
"El salario que el pecado paga es muerte". (Basada en Romanos 6:23)
"El alma que peca... ella misma morirá". (Basada en Ezequiel 18:4)
"Entonces el polvo vuelve a la tierra justamente como sucedía que era, y el espíritu mismo vuelve al Dios [verdadero] que lo dio". (Basada en Eclesiastes 12:7)
Los Testigos de Jehová creen que, en el infierno, los muertos se hallan en un estado de inexistencia:
"No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna. Sale su espíritu, él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos". (Basada en Salmos 146:3,4)
"Pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto, ni tienen ya más salario, porque el recuerdo de ellos se ha olvidado. También, su amor y su odio y sus celos ya han perecido, y no tienen ya más porción hasta tiempo indefinido en cosa alguna que tenga que hacerse bajo el sol". (Basada en Eclesiastés 9:5,6)
La doctrina principal de los testigos de Jehová se basa en la resurrección de los muertos, que será para la humanidad justa e injusta (Juan 5:28,29). Entonces, según ellos, los que obraron mal al final del reinado milenario de Jesucristo serán lanzados al lago de fuego y azufre junto con el Hades(Infierno) y satanas, mientras que los justos gozarán de vida eterna.
Los testigos de Jehová explican que cuando Apocalipsis 20:10 dice que el Diablo va a experimentar ‘tormento por los siglos de los siglos’ en el “lago de fuego y azufre”(según Apocalipsis 21:8 esta es la muerte segunda). , quiere decir que el ‘tormento’ que el Diablo experimenta para siempre allí significa que no habrá liberación para él; se le mantendrá restringido para siempre; de hecho, quedará en la muerte eterna. Los testigos de Jehová dicen que este uso de la palabra “tormento” (de la palabra griega ba´sa•nos) recuerda su uso en Mateo 18:34, donde la misma palabra griega básica se aplica a un ‘carcelero’ o ‘verdugo’,
Adventistas
Según los Adventistas del Séptimo Día, el infierno no existe como tal, ni como un lugar donde los perdidos sufren por la eternidad. Para esta denominación los muertos permanecen en un estado inconsciente hasta la segunda venida de Cristo, donde son resucitados. Esta creencia crece entre miembros de otras Iglesias protestantes.Pero La Iglesia Católica no comparte esta creencia, ya que el alma no muere y es eterna.
Datos extras
En La Divina Comedia, de Dante Alighieri, el Infierno tiene forma de embudo y está dividido en nueve círculos y en cada uno de ellos los condenados son sometidos a distintas penas, según la gravedad de los pecados. El infierno de Dante conduce al centro de la Tierra y allí está el Demonio, cuyo cuerpo descomunal atraviesa el planeta de un hemisferio al otro. En el poema, Dante y su guía, Virgilio, salen del Infierno trepando por la cabellera de Lucifer. Aun así, el Infierno de Dante muestra rasgos del Infierno de la mitología griega, al mostrar los ríos Aqueronte, Estigia, Flegetonte y Cocito, además de diversos personajes de esa misma mitología (Flegias, Caronte, centauros, Cerbero, etc.) así como históricos (Octavio Augusto, Cleopatra VII, etc.).
El infierno: ilustración 34ª. de Doré para La divina comedia
La teología cristiana ha discutido la noción de infierno a lo largo de su historia. En un tiempo no hubo duda de que se trataba del lugar en el que se castiga eternamente a los pecadores. En el que los tormentos no podían ser conmutados, aunque, como señala
Pero esta forma tan espacio-temporal de entender el infierno no es la que puede hoy sostenerse. El 28 de julio de 1999 en la catequesis que impartió ante 8.000 fieles en el Vaticano, el Papa Juan Pablo II dijo:
«Las imágenes con las que la Sagrada Escritura nos presenta el infierno deben ser rectamente interpretadas. Ellas indican la completa frustración y vacuidad de una vida sin Dios. El infierno indica más que un lugar, la situación en la que llega a encontrarse quien libremente y definitivamente se aleja de Dios, fuente de vida y de alegría.»
Para los fieles poco instruidos y los teólogos ultraconservadores, estas palabras del Papa provocaron polémica. Está claro que no se niega la existencia del infierno, pero se le da un sentido espiritual, antes que concreto y material. Algunos fieles y versados en la materia, como el teólogo católico Hans Küng, han rechazado la existencia del infierno por considerarla incompatible con el amor del Dios omnipotente, mientras que otros teólogos afirman que Dios aplica la justicia al enviar a las personas que no han aceptado a Jesucristo como su Salvador al infierno.
Sin embargo hay consenso en creer que no es Dios quien envía al alma al cielo, al purgatorio o al infierno, sino que es el alma misma (por las actitudes y obras que vivió en su tiempo de existencia terrenal), quien decide libremente su destino final; si ha creído en Jesús y vivido piadosamente el cielo le esperará, si ha cometido pecados no confesados y necesita purificación para acceder al cielo, ella misma pedirá un tiempo en el purgatorio para purificarse y entrar a la gloriosa presencia de Dios, limpia; y si ha vivido en enemistad con Dios, con los demás y consigo misma, es el infierno el destino que ha elegido como fruto de sus acciones y creencias.
Gehena
El Valle de Hinón era un lugar cerca de Jerusalén donde los Judíos apóstatas sacrificaron sus hijos a dioses paganos durante un periodo de tiempo, hasta que el fiel Rey Josías lo clausuró por tan abominable práctica (Jeremías 7:31; 19:5). En la época de Jesús llegó a ser vertedero e incinerador de la basura de Jerusalén. Allí se arrojaban los cuerpos de animales muertos para ser consumidos por el fuego, a los cuales se añadía azufre para acelerar la quema. También se echaban allí los cadáveres de criminales ejecutados a quienes no se consideraban merecedores de un entierro formal en una tumba. Al Gehena no se arrojaba ningún animal o humano con vida para que fuera quemado vivo o atormentado.
El que históricamente se usara este lugar como vertedero o basurero, hace pensar que nunca podría simbolizar una región invisible donde se atormentara eternamente a almas humanas en fuego literal, o donde estas fueran atacadas para siempre por gusanos que no murieran. Debido a que a los criminales arrojados allí se les negaba un entierro formal en una tumba -la cual simbolizaba una futura esperanza de resurrección-, tanto Jesús como sus discípulos usaron el Gehena como símbolo de destrucción eterna, aniquilación de en medio del universo de Dios, un castigo de muerte eterna, lo que puede desprenderse de los textos bíblicos en donde aparece el término. Por su carácter de destrucción total, el Gehena está relacionado con el lago de fuego del Apocalipsis o la "muerte segunda" (Apocalipsis 20:14).
En el judaísmo
El judaísmo, al menos inicialmente, creía en sheol, que se describe como una existencia sombría a la cual todos eran enviados tras la muerte. El sheol pudo haber sido poco más que una metáfora poética de la muerte, de la ausencia de vida, y no se refiere a una vida después de la muerte. En el Antiguo Testamento no se amenaza a los pecadores con ninguna vida de sufrimiento después de la muerte.
La escatología judía distinguió después entre un lugar especial para los justos y otro para los condenados o réprobos (Ezequiel XXXII, 17-32. Desde el siglo II el Sheol equivale, para los rabbanitas, al Gehena. También se conoce como Sheol-Abbadón, por este ángel del abismo que representa el mundo de ultratumba (Job, XXVIII, 22) y se traduce como 'perdición'. La religión judía negaba cualquier vida después de la muerte.
Posteriormente empezó a introuducirse la idea de resurrección. Había en el judaísmo dos corrientes: los fariseos creían en la resurrección y los saduceos la negaban. Pero la resurrección se entendía en una forma terrenal: se resucitaría para volver a llevar una vida terrenal. Sólo resucitarían los buenos. El castigo de los pecadores era la 'muerte eterna', que no era el infierno ni ningún sufrimiento de ultratumba, sino la ausencia de resurrección.
En el islam
El islam prevé el Juicio Final para todos los creyentes, como el cristianismo, y las referencias al fuego del infierno abundan en el Corán.[cita requerida] Durante la vida, los ángeles escribanos anotan las acciones de los hombres, y éstos serán juzgados de acuerdo con esos libros. El puente Sirat, delgado como un cabello, debe ser atravesado por los que se dirijan al Paraíso, y aquel que caiga irá a parar a las llamas del infierno. En cuanto a la estructura del infierno islámico, el libro más descriptivo es Las mil y una noches. En la Noche 493, este libro habla de un edificio de siete pisos, separados uno de otro por «una distancia de mil años». El primero es el único que se describe. Está destinado a los que murieron sin arrepentirse de sus pecados y en él hay montañas de fuego, con ciudades de fuego, las que a su vez contienen castillos de fuego, los cuales tienen casas de fuego, y éstas tienen lechos de fuego en los que se practican las torturas, todo en número de setenta mil.
Antiguo Egipto y Grecia
En su Diccionario filosófico, Voltaire anota que egipcios y griegos enterraban a sus muertos y creían simplemente que sus almas quedaban con ellos en un lugar sombrío. «Los indios, mucho más antiguos, que habían inventado el ingenioso dogma de la metempsicosis (reencarnación), jamás creyeron que las almas estuvieran en el subterráneo», señala Voltaire. Y agrega: «Los japoneses, los coreanos, los chinos, los pueblos de la vasta Tartaria oriental y occidental, ignoraron la filosofía del subterráneo».
Averno era el nombre antiguo que se le daba, tanto por griegos como romanos, a un cráter cerca de Cumas, Campania. Se creía que era la entrada al inframundo, a los infiernos. Según el escritor griego Diodoro de Sicilia, el Averno sería un lago oscuro e inmenso.
Los griegos creyeron que las almas de los muertos permanecían en el Hades, al que se llegaba después de atravesar el río Estigia. Allí no sufrían otro tormento que el de su exilio y separación de sus seres queridos. Algunos podían mostrarse arrepentidos de sus faltas, como lo imagina Homero, que en La Odisea hace descender a su héroe al Hades. Odiseo habla allí con sus camaradas muertos en la guerra de Troya y con su propia madre.
El Hades de los griegos está regido por el dios del mismo nombre, hijo del titán Crono. Aunque puede ser cruel, Hades no es maligno. Los romanos le adoptaron como "Plutón", y además de otorgarle el reino de los muertos, le dieron la custodia de los metales preciosos bajo la tierra. Los griegos poblaron el Hades de otros seres mitológicos, como las Furias y las Moiras. Las primeras habitaban bajo la tierra pero solían atormentar a los malos en vida. Eran mujeres con cabellera de serpientes, llamadas también Erinias. En cuanto a las Moiras (llamadas en Roma Parcas), su tarea era hilar el hilo de la vida de cada mortal y cortarlo en el momento justo. Hades estaba acompañado también por Cerbero, perro de tres cabezas, y por Caronte, el barquero que conducía las almas hacia el mundo subterráneo
Hinduismo y budismo
La descripción que hace Voltaire no es exacta en lo que se refiere a las religiones orientales. El hinduismo y el budismo creen en el infierno, aunque sólo como escenario transitorio en el ciclo de reencarnaciones. El hinduismo cree en 21 infiernos en los que se pueden reencarnar los que han cometido faltas mortales. El Bhagavad Gita, incluido en el poema épico sánscrito Mahábharata, dice: «El infierno tiene tres puertas: la lujuria, la cólera y la avaricia». Y en él caen «los hombres de naturaleza demoníaca» hasta ser aniquilados. El budismo reelaboró la doctrina hinduista y su ortodoxia prevé esferas infernales en las que pueden reencarnar los mortales agobiados por un mal karma (deudas vitales, elecciones incorrectas ...): la esfera de los espíritus torturados por el hambre y la de los demonios en lucha. El Reino de los Narakas es el infierno budista.
Mitología nórdica
En la antigua mitología nórdica, existía un mundo tenebroso para las almas de aquellos a los que no se les concedía entrar al Valhalla. Sólo los mejores guerreros eran llevados a esa casa techada con escudos de oro. Los que no iban allí, eran entregados a Hel, diosa del mundo subterráneo. Voluspá, una de las eddas (poemas mitológicos de los antiguos escandinavos) menciona que en el reino de Hel el lobo destroza los cadáveres de los asesinos, los perjuros y los que sedujeron mujeres de otros. Es la única alusión a tormentos en esa compleja mitología.
Civilización azteca
Los aztecas creían que todos los muertos iban al Mictlán, lugar neutral que se encontraba muy al norte. Era conocido también como el lugar de las flores blancas, siempre estaba obscuro y en ellos residían los dioses de la muerte, en especial Mictlantecutli y su esposa Mictlantecihuatl, que literalmente significa "señor y señora del mictlan". Se tardaba cuatro años en llegar al mictlan y debían superarse difíciles pruebas, como pasar una sierra donde las montañas chocaban entre si, un campo donde el viento tiene cuchillas que rasgan la piel, y un río de sangre con fieros jaguares. El mictlan significa "Lugar entre los muertos", del Náhuatl Miclti, que significa muerto, y tlan, contracción de titlan que significa entre.
Curiosidades
En el 2001, se entrego el premio Ig Nobel a los doctores Jack y Rexella Van Impe, del Jack Van Impe Ministries, Rochester Hills, Michigan, por su descubrimiento de que los agujeros negros satisfacen los requisitos técnicos para ser la localización del Infierno.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Infierno
En la mitología griega Hades (en griego antiguo ᾍδης Hadēs, originalmente Ἅιδης Haidēs o Ἀΐδης Aïdēs, de origen incierto,[1] aunque se suele asociar con ἀ (privativa) + ἰδεῖν (‘ver’), es decir, ‘el que no ve’ o ‘el invisible’)[2] alude tanto al antiguo inframundo griego como al dios de los muertos. La palabra hacía referencia originalmente sólo al dios; ἐν o εἰς ᾍιδού (‘en [el lugar de] Hades’) era una abreviatura para su morada y finalmente el nominativo llegó también a designar la morada de los muertos.
Hades también era conocido con la perífrasis Plutón (en griego antiguo Πλούτων Ploutōn, del verbo πλουτέω, ‘enriquecerse’), y así fue conocido, además de como Dis Pater y Orcus, en la mitología romana. El dios etrusco equivalente era Aita. «Hades» es a veces usado por los cristianos para referirse al lugar en el que residen las almas que han caído en desgracia.
Hades, la morada de los muertos
Había varias secciones en el Hades, incluyendo los Campos Elíseos (en contraste con el Paraíso o Cielo cristiano) y el Tártaro (similar al Infierno cristiano). Los mitógrafos griegos no son totalmente consistentes sobre la geografía de la otra vida.
Un mito sobre la otra vida completamente opuesto se refiere al Jardín de las Hespérides, con frecuencia identificado con las Islas de la Bendición.
En la mitología romana, una entrada al Inframundo estaba localizada en el Averno, un cráter cercano a Cumas que fue la ruta usada por Eneas para descender a él. Por sinécdoque, «Averno» puede usarse como referencia a todo el inframundo. Los Inferi Dii eran los dioses romanos del inframundo.
Los fallecidos entraban al inframundo cruzando el río Aqueronte, porteados por Caronte, quien cobraba por el pasaje un óbolo, pequeña moneda que ponían bajo la lengua del difunto sus piadosos familiares. Los indigentes y los que no tenían amigos ni familias se reunían para siempre en la orilla cercana. El otro lado del río era vigilado por Cerbero, el perro de tres cabezas derrotado por Heracles (Hércules para los romanos). Más allá de Cerbero, las sombras de los difuntos entraban en la tierra de los muertos para ser juzgadas.
Los cinco ríos del Hades eran Aqueronte (el río de la pena), Cocito (lamentos), Flegetonte (fuego), Lete (olvido) y Estigia (odio). El Erídano era también considerado un río del Hades por Virgilio (VI, 659). El Estigia formaba la frontera entre los mundos superior e inferior.
La primera región del Hades comprendía los Campos de Asfódelos, descritos en La Odisea XI, donde las almas de los héroes vagan abatidas entre espíritus menores, que gorjean a su alrededor como murciélagos. Sólo la ofrenda a ellos de libaciones de sangre en el mundo de los vivos pueden despertarlos durante un tiempo a las sensaciones de humanidad (compárese con los vampiros).
Más allá quedaba el Érebo, que puede usarse como un eufemismo para el Hades, cuyo nombre era temido. Había en él dos lagos: el de Lete, a donde las almas comunes acudían para borrar todos sus recuerdos, y el de Mnemósine (‘memoria’), de donde los iniciados en los Misterios preferían beber. En el antepatio del palacio de Hades y Perséfone se sentaban los tres jueces del Inframundo: Minos, Radamantis y Éaco. Allí, en el trivium consagrado a Hécate, donde los tres caminos se encontraban, las almas eran juzgadas, volviendo a los Campos de Asfódelos si no eran virtuosas ni malvadas, enviados al camino del tenebroso Tártaro si eran impías o malas, o al Elíseo con los heroicos o los benditos.
Hades, señor del inframundo
En la mitología griega, Hades (el ‘invisible’), el dios del inframundo, era un hijo de los Titanes Crono y Rea. Tenía tres hermanas mayores, Hestia, Deméter y Hera, así como dos hermanos menores, Poseidón y Zeus. Juntos constituían la mitad de los dioses olímpicos.
Tras hacerse adulto, Zeus logró obligar a su padre a que regurgitase a sus hermanos. Tras ser liberados, los seis jóvenes dioses, junto con los aliados que fueron capaces de lograr, desafiaron el poder de sus padres y tíos en la Titanomaquia, una guerra divina. Zeus, Poseidón y Hades recibieron armas de los tres Cíclopes como ayuda para la guerra: Zeus una lanza de truenos, Poseidón un tridente y Hades un casco que proporcionaba invisibilidad al que lo llevase. En la noche anterior a la primera batalla Hades se puso su casco y, siendo invisible, se infiltró en el campamento de los Titanes y destruyó sus armas. La guerra duró diez años y terminó con la victoria de los jóvenes. Tras esta victoria Hades y sus dos hermanos menores, Poseidón y Zeus, echaron a suertes los reinos a gobernar. Zeus se quedó con el cielo, Poseidón con los mares y Hades recibió el inframundo, el reino invisible al que los muertos van tras dejar el mundo, así como todas las cosas bajo tierra.
Hades obtuvo su consorte definitiva, Perséfone, mediante artimañas, en una historia que conectaba los antiguos misterios eleusinos con el panteón olímpico. En muchos de los tratados de mitología griega no se afirma que Hades y Perséfone tuvieran descendencia. Sin embargo, en otros se dice que son los padres de las Erinias: Tisífone, Megera y Alecto.
A pesar de las connotaciones modernas de la muerte como «maldad», Hades tenía en realidad un carácter más altruista en la mitología. A menudo se le retrataba más como pasivo que como malvado: su papel era a menudo mantener un relativo equilibrio.
Hades reinaba sobre los muertos, con la ayuda de demonios sobre los que tenía completa autoridad. Prohibió estrictamente a sus súbditos abandonar sus dominios y se enfurecía bastante cuando alguien intentaba abandonarlos o si alguien intentaba robarle alguna de sus presas.
Aparte de Heracles, las únicas personas vivas que se aventuraron en el Inframundo fueron todas héroes: Odiseo, Eneas (acompañado por la Sibila), Orfeo, Teseo y Psique. Ninguno de ellos estuvo especialmente satisfecho con lo que presenciaron en el reino de los muertos. En particular, el héroe griego Aquiles, a quien Odiseo se encontró en el Hades (aunque algunos creen que Aquiles habita en las Islas de la Bendición), dijo:
No me hables con dulzura de la muerte, glorioso Odiseo. Preferiría servir como mercenario a otro antes que ser el señor de los muertos que han perecido.
Hades, etiquetado como Plouton, ‘el rico’,
porta una cornucopia en un ánfora ática de figuras rojas, c.
Hades, dios de los muertos, era un personaje temible para aquellos que aún vivían. Sin prisa por encontrarse con él, eran reticentes a prestar juramentos en su nombre. Para muchos, simplemente decir la palabra «Hades» ya era espantoso. De esta forma, se buscó un eufemismo que usar. Dado que los minerales preciosos venían de las profundidades de la tierra (es decir, del «inframundo» gobernado por Hades), se consideraba que tenía también el control de éstos, y se referían a él como Πλουτων Plouton (‘riqueza’ en griego), de donde procede su nombre romano: Plutón. Sófocles explicaba el hábito de referirse al Hades como «el rico» con estas palabras: «el sombrío Hades se enriquece con nuestros suspiros y lágrimas». Además, se le llamaba Clímeno (Κλυμενος, ‘célebre’), Eubuleo (Ευβουλεος, ‘buen consejero’) y Polidegmon (Ρολυδεγμων, ‘que recibe a muchos’).
Aunque era un olímpico, pasaba la mayor parte del tiempo en su oscuro reino. Temido y odiado, Hades personificaba la inexorable finalidad de la muerte: «¿Por qué odiamos a Hades más que a cualquier dios, si no es por ser tan adamantino e inflexible?», se preguntaba retóricamente Agamenón (La Ilíada ix). No era, sin embargo, un dios malvado, pues aunque era severo, cruel y despiadado, era no obstante justo. Hades gobernaba el Inframundo y por ello era con mucha frecuencia asociado con la muerte y temido por los hombres, pero no era la Muerte: la personificación real de ésta era Tánatos.
Cuando los griegos apaciguaban a Hades, golpeaban sus manos con fuerza contra el suelo para asegurarse de que pudiera oírles. Animales negros, como ovejas, le eran sacrificados, y se cree que en algún momento incluso se le ofrecieron sacrificios humanos. La sangre de los sacrificios a Hades goteaba a un pozo para que pudiera llegar a él. La persona que ofrecía el sacrificio tenía que apartar su cara. Cada cien años se celebraban festivales en su honor, llamados los Juegos Seculares.
El arma de Hades era un cetro de dos puntas, que usaba para destrozar todo lo que se cruzase por su camino o no fuera de su agrado, igual que Poseidón hacía con su tridente. Esta enseña de su poder era un bastón con el que conducía las almas de los muertos hasta el mundo inferior.
Sus pertenencias identificativas incluían un famoso casco, que le dieron los Cíclopes y que hacía invisible a cualquiera que lo llevase. Se sabía que a veces Hades prestaba su casco de la invisibilidad tanto a dioses como a hombres (como a Perseo). Su carro oscuro, tirado por cuatro caballos negros como el carbón, siempre resultaba impresionante y pavoroso. Sus otros atributos ordinarios eran el narciso y el ciprés, la Llave del Hades y Cerbero, el perro de múltiples cabezas. Se sentaba en un trono de ébano.
Representaciones artísticas
Hades es raramente representado en el arte clásico, salvo en las representaciones del Rapto de Perséfone.
También se le menciona en La Odisea, cuando Odiseo visita el inframundo como parte de su viaje, si bien aquí se alude al lugar más que al personaje.
Hades en la mitología griega
PERSÉFONE
La consorte de Hades, y reina arcaica del Inframundo por derecho propio, antes de que los olímpicos helénicos se estableciesen, era Perséfone, presentada por los griegos como hija de Zeus y Deméter. Perséfone no se sometió a Hades voluntariamente, sino que fue raptada por éste mientras cogía flores con sus amigas. Hades amaba a Perséfone tan profundamente que no le permitió salir del inframundo. Su madre la echaba tanto de menos que lanzó una maldición a la tierra, produciendo una gran hambruna. Hades engañó a Perséfone para que comiese seis (o cuatro, según las versiones) semillas de granada, lo que hizo que no pudiese abandonar el inframundo ni con la ayuda de Zeus. Perséfone supo de la depresión de su madre y pidió a Hades que le dejase volver a la tierra de los vivos, con la condición de que pasaría con él un mes por cada semilla que había comido. Cada año Hades volvía con Perséfone en su carro al inframundo. La hambruna (el invierno) ocurría en los meses en los que Perséfone estaba con Hades, al retirar Deméter sus dones del mundo. En la primavera, cuando Perséfone se volvía a reunir con ella, Deméter hacía que la cosas crecieran de nuevo.
Orfeo y Eurídice
Hades sólo mostró clemencia una vez. Debido a que la música de Orfeo era tan arrebatadoramente hermosa, permitió que éste se llevase a su esposa, Eurídice, de vuelta al mundo de los vivos con la condición de que ella caminase tras él y él nunca intentase mirarla a la cara hasta que estuviesen en la superficie. Orfeo accedió pero, cediendo a la tentación de mirar atrás, fracasó y volvió a perder a Eurídice, con quien sólo se reuniría tras su muerte.
Mente y Leuce
Como su hermano Zeus y otros dioses antiguos, Hades no era el más fiel de los maridos. Según Ovidio, persiguió y amó intensamente a la hermosísima ninfa infernal Mente, asociada con el río Cocito. Una vez, su esposa Perséfone los encontró juntos y, presa de un ataque de celos, lanzó furiosa a la ninfa al suelo y la pisoteó. Hades transformó sus restos en la planta de la menta para que Perséfone no pudiera tomar más represalias contra ella.
De forma similar, la ninfa Leuce, a quien también había violado, fue metamorfoseada tras su muerte natural por Hades en un álamo blanco. Otra versión cuenta que fue transformada por Perséfone mientras estaba junto a la fuente de
Teseo y Pirítoo
Hades encarceló a Teseo y Pirítoo, quienes habían prometido desposar a hijas de Zeus. Teseo eligió a Helena, la secuestró con la ayuda de Pirítoo y decidió retenerla hasta que tuviese la edad de casarse. Pirítoo eligió a Perséfone. Dejaron a Helena con la madre de Teseo, Etra, y viajaron al inframundo. Hades fingió ofrecerles hospitalidad y preparó un banquete. Tan pronto como la pareja se sentó, las serpientes se enroscaron en torno a sus pies, atrapándolos. Teseo fue finalmente rescatado por Heracles.
Heracles
El último de los doce trabajos de Heracles fue capturar a Cerbero. Primero viajó a Eleusis para ser iniciado en los misterios eleusinos. Hizo esto para absolverse a sí mismo de la culpa por haber matado a sus propios hijos y para aprender cómo entrar y salir vivo del inframundo. Encontró la entrada al inframundo en Tanaerum. Atenea y Hermes le ayudaron en la ida y vuelta del Hades. Heracles pidió permiso a Hades para llevarse a Cerbero. Hades accedió siempre que Heracles no le hiciese daño, aunque en algunas versiones, Heracles disparó una flecha a Hades. Cuando Heracles arrastró al perro fuera del Hades, pasaron por la cueva Aquerusia.
Gehena (en hebreo: ge henom o ge hinnom (גהינום), valle de Hinón) es el infierno o purgatorio judío. En judaísmo el infierno es un lugar de purificación para el malvado,[1] en el que la mayoría de los castigados permanece allí hasta un año, aunque algunos están eternamente.[2]
El nombre derivó del incinerador de basuras cercano a Jerusalén, la descarga ardiente de la basura cerca de Jerusalén (la cañada o barranco de Hinón), identificada metafóricamente con la entrada al mundo del castigo en la vida futura.
Gehena también aparece en el nuevo testamento y en las primeras escrituras cristianas como el lugar en donde el mal será destruido. Presta también su nombre al infierno del Islam, Jahanam. En las escrituras rabínicas y en las cristianas, el Gehena como destino del pecador es diferente a Sheol, el lugar dónde habitan todos los muertos.
Etimología
"Gehena" deriva de Ge Hinnom (גי הנם), que significa "valle de Hinón". Ge Hinnom también se llamaba Gai ben-Hinnom (גיא בן הנם), que significa "valle del hijo de Hinón." El valle estaba fuera de la muralla sur de la antigua Jerusalén, y se extiende desde el pie del Monte Sion hasta el valle Kidron, al este. Es mencionado en
La palabra gehena (Gehenem, Jahanam) también aparece en el libro santo musulmán, el Corán, como lugar del tormento para los pecadores, el equivalente islámico del infierno cristiano.
Historia
La puerta del sudoeste de Jerusalén, abierta hacia el valle, vino ser conocida como "la puerta del valle" (hebreo: שער הגיא) (Jeremías 7:31 19:2-6 y 32:35); el libro de Jeremías habla de los residentes que adoraban a Moloch, presagiando la destrucción de Jerusalén. En épocas antiguas, sacrificaron en Ge Hinnom niños al dios Moloch, una práctica que fue proscrita por el rey Josías (II Reyes, 23:10).[1] Cuando la práctica desapareció, se convirtió en el vertedero de la ciudad donde se incineraba la basura, y también los cadáveres de animales o los de algunos criminales.
Gehena en el cristianismo
En los evangelios sinópticos Jesús utiliza la palabra gehena 12 veces para describir lo contrario a la vida del Reino prometido.[3] Es un lugar en donde el alma y el cuerpo se podrían destruir (Mateo 10:28) en un fuego inapagable (Marcos 9:43).
Según Mateo 23:33, Jesús dice: Vosotros, serpientes, generación de víboras, ¿cómo podréis escapar al castigo del Gehena? Esta palabra se encuentra también en
El nuevo testamento se refiere al Hades como destino de los muertos o sepultura común de la humanidad, un lugar distinto al Gehena. En el libro de Apocalipsis 20:14 se describe el destino final del Hades en un lago de fuego (llamado también "la muerte segunda"), lo que para muchos cristianos significa lo mismo que gehena.
Gehena en el Islam
Según el Corán, solo Alá sabe quién irá al Jahanam (en árabe: جهنم) y quién al Paraíso, el Janah. Los musulmanes creen que los descreídos y los que no permancen fieles a su religión serán castigados en el Jahanam, un lago de fuego sobre el que pasa el puente que todas las almas deben cruzar para entrar en el Janah.[2] Los pecadores caen del puente pero que pueden ser perdonados por Alá, aunque los que no cumplieron los preceptos o solo fingieron creer en Alá, permanecerán en el Jahanam después del Qiyamah (Juicio Final). En el sura 85 el Corán dice: Quienes sometan a los creyentes y a las creyentes a una prueba y no se arrepientan luego, tendrán el castigo de la gehena, el castigo de su fuego. El Corán describe a fondo el Jahanam, para que los musulmanes tengan miedo y cultiven la piedad y la humildad: Ésta es
El Zaqum es un árbol espinoso que crece en el Jahanam. Tiene frutas amargas y espinosas que los condenados deben comer, intensificando sus tormentos. Estas frutas tienen la forma de cabezas de diablos; El Corán dice en el Sura 44: El día del Fallo se darán todos cita. Día en que nadie podrá proteger nada a nadie, nadie será auxiliado, salvo aquél de quien Alá se apiade. Él es el Poderoso, el Misericordioso. El árbol de Zaqum es el alimento del pecador. Es como metal fundido, hierve en las entrañas como agua hirviente. "¡Cogedle y llevadle en medio del fuego de la gehena! ¡Castigadle, luego, derramando en su cabeza agua muy caliente!"
Notas
[1]↑ Según distintas leyendas, los sacerdotes golpeaban los tambores (en hebreo: tof, tupim (תופים) para que los padres no oyeran los gemidos de los niños sacrificados, por lo que en aquella época se llamó al valle Topheth.
[2]↑ El teólogo Al-Ghazali explica este puente como una metáfora: es el camino de la virtud.[6]
Otros usos de la palabra Gehena
Con éste nombre también es denominado el fin del Mundo de Tinieblas, exactamente refiriéndonos a Vampiro: La Mascarada y Vampiro: Edad Oscura. Dícese que en dicha fecha los matusalenes vampiros resurgirán sedientos a la Tierra para alimentarse de los vampiros terrenales.
Referencias
1-Visión Rabínica del Purgatorio.
2-Torah: conocimientos básicos.
3-Blue Letter Bible, gehena.
4-Metzger & Coogan (1993) Oxford Companion to the Bible’’, pág. 243.
5-El Corán en español.
6-Enciclopedia Británica: Jahannam.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Gehena
SHE'OL
She'ol, en la cultura hebrea, es la sepultura común de la humanidad, una especie de infierno al que van a parar justos e injustos; no se refiere a una sepultura individual (heb. qé·ver, Jue 16:31; qevu·ráh, Gé 35:20) ni a una tumba individual (heb. ga·dhísch, Job 21:32).
Etimología
Aunque se han propuesto muchas teorías para explicar el origen de la palabra hebrea sche'óhl, al parecer se deriva del verbo hebreo scha-'ál, que significa "pedir, solicitar". Según Samuel Pike, el she'ol es un recinto común o región de los muertos; deriva su nombre de la insaciabilidad de la sepultura, como si siempre estuviese pidiendo o reclamando más. Esto, al parecer, da la idea de que el she'ol es un lugar (no una condición) que reclama a todos sin hacer distinción, ya que acoge en su interior a los muertos de la humanidad. (Gé 37:35, nota; Pr 30:15, 16.)
No existe ninguna palabra en español que transmita con exactitud el mismo sentido que el término hebreo sche’óhl. La Collier’s Encyclopedia (1986, vol. 12, pág. 28) comenta sobre el empleo de la palabra “infierno” en la traducción bíblica: «Puesto que el Seol de los tiempos veterotestamentarios se refería simplemente a la morada de los muertos sin indicar distinciones morales, la palabra infierno, según se entiende hoy día, no es una traducción idónea». Un buen número de versiones castellanas transliteran la palabra al español (“Seol” u otras formas parecidas) con una mayor o menor uniformidad (BAS, BJ, CB, CI, EMN, FS, Ga, NC, NM, SA, Val).
Características generales
La Encyclopædia Britannica (edición 1971, vol. 11, pág. 276) comenta con respecto a she'ol: «El She'ol estaba situado en alguna parte debajo de la tierra. [...] La condición de los muertos no era ni de dolor ni de placer. Tampoco se asociaba con el She'ol la recompensa para los justos ni el castigo para los inicuos. Lo mismo buenos que malos, tiranos que santos, reyes que huérfanos, israelitas que gentiles, todos dormían juntos sin conciencia los unos de los otros».
Mientras que la enseñanza griega de la inmortalidad del alma humana se infiltró en el pensamiento religioso judío en siglos posteriores, el registro bíblico muestra que She'ol se refiere a la sepultura común de la humanidad como un lugar de inconsciencia. (Ec 9:4-6, 10.) Los que están allí ni alaban ni mencionan a Dios. (Sl 6:4, 5; Isa 38:17-19.) Sin embargo, no se puede decir que simplemente representa un estado de separación de Dios; según las Escrituras, tal enseñanza es insostenible, pues muestran que el She'ol está enfrente de Él y que Dios está allí. (Pr 15:11; Sl 139:7, 8; Am 9:1, 2.) Por esta razón, cuando Job anhelaba que se le liberase de su sufrimiento, para poder ir al SShe'ol, y pidió además que más tarde Yahveh lo recordara y lo llamara de allí. (Job 14:12-15.)
Su empleo en la Biblia
Esta palabra hebrea, sche'óhl, aparece 65 veces en el texto masorético. Las versiones, como la Torres Amat o Reina-Valera (1909), la traducen, a veces con añadidos en bastardillas, como: infierno, sepulcro, mortuorias, profundo, a punto de morir, abismo, etc. En la Versión Valera de 1909, sche’óhl se traduce “infierno” 11 veces; “sepulcro”, 30 veces; “sepultura”, 13 veces; “abismo”, 3 veces; “profundo”, 4 veces; “huesa”, 2 veces; “fosa”, 2 veces, y “hoyo”, 1 vez. Además, en Isaías 7:11, el texto hebreo leía originalmente sche’óhl, y se tradujo “Hades” en las antiguas versiones griegas de Aquila, Símaco y Teodoción, e “infierno”, en algunas versiones castellanas (BR, Scío, TA; véase NM, nota).
Interpretaciones
En vista de que She'ol es traducida como infierno, han surgido controversias sobre cual es su significado real. He aquí algunas interpretaciones:
- Es un lugar de inconsciencia donde van buenos y malos (Véase Eclesiastés 9, 4-6.10).
- Los que están en el Sheol no alaban ni mencionan a Dios (Véase Salmo 6, 4 y 5).
- No significa un estado de separación de Dios (Véase Eclesiastés.
- Dios puede sacar del Sheol a las personas que se encuentren allí (Véase Job 14, 12-15).
Brynmor F. Price y Eugene A. Nida comentan sobre la palabra “She'ol”: La palabra aparece con frecuencia en los Salmos y el libro de Job para referirse al lugar al que van a parar todos los muertos. Se representa como un lugar oscuro, en el que no existe ninguna actividad propiamente dicha. No se hace en él ninguna distinción moral, por lo que ‘infierno’ [DK; Mod; Val, 1868] no es una traducción apropiada, pues implica un contraste con el ‘cielo’ como morada de los justos que han muerto. En cierto sentido, hablar de ‘la sepultura’ de manera genérica es un equivalente aproximado, con la salvedad de que Seol es una sepultura común en la que se hallan todos los muertos. [...] En vista de que Jonás se hallaba atrapado en el interior del pez, puede que en este pasaje [Jonás 2:2] se haya considerado apropiado el uso de esta metáfora en particular.
Por todas las Escrituras inspiradas se asocia continuamente al She'ol con la muerte y no con la vida. (1Sa 2:6; 2Sa 22:6; Sl 18:4, 5; 49:7-10, 14, 15; 88:2-6; 89:48; Isa 28:15-18; compárese también Sl 116:3, 7-10 con 2Co 4:13, 14.) Se habla del She'ol como una “tierra de oscuridad” (Job 10:21) y un lugar de silencio. (Sl 115:17.) Parece ser que Abel fue el primero en ir allí.
En el día del Pentecostés de 33 E.C., el apóstol Pedro citó del Salmo 16:10 y lo aplicó a Cristo Jesús. Cuando Lucas citó las palabras de Pedro, utilizó la palabra griega hái·dēs, mostrando con ello que el Seol y el Hades se refieren a la misma cosa, la sepultura común de la humanidad. (Hch 2:25-27, 29-32.) Durante el reinado de mil años de Jesucristo, el Seol, o Hades, será vaciado y destruido, ya que se resucitará a todos los que se hallen en él. (Rev 20:13, 14)
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