lunes, 10 de mayo de 2010

-EXPERIMENTO DE ADOCTRINAMIENTO


En cierta ocasión, unos científicos norteamericanos decidieron realizar un experimento con chimpancés, para determinar si ciertos agentes externos eran capaces de modificar sus conductas habituales. La prueba se iniciaba encerrando diez monos en una gran jaula que imitaba su hábitat natural, y en él, un lugar destinado a depositar las raciones diarias de comida.




Al principio, se acostumbró a los primates a comer dos veces por día, mañana y tarde, a una hora determinada e inamovible. Los animales pronto se acomodaron a los horarios, al punto de saber cuando vendrían los comestibles que se deslizaban por esas mágicas trampillas. Hasta aquí todo bien.

La primera variante fue descolgar cierto día, fuera del horario de comida establecido, una piña de plátanos frescos y jugosos. Los chimpancés no lo esperaban, pero en cuanto vieron ese "regalo caído del cielo”, se lanzaron sobre él; lo que no esperaban era el potente chorro de agua a presión que les dispararía para disuadirlos de tomar esos plátanos, y es que la recia descarga acuífera les impactaba con tanta dureza que los hacía caer al suelo. Además, otros chorros se disparaban en toda la jaula, de modo que todos los monos se mojaban; lógicamente eso producía un enfado general.

La historia se repitió varios días, hasta que la mayoría de la comunidad aceptó que esos plátanos eran intocables... Pero aparecía de vez en cuando algún mono rebelde que intentaba alcanzar los codiciados manjares. Como los chorros de agua no solo mojaban al asaltante, sino a todos los demás, la comunidad decidió darle una paliza al que se atreviera de ellos a intentar llegar al techo en busca de los plátanos... Al fin y al cabo, la comida no les faltaría, pues a la hora acostumbrada llegaban las raciones diarias de comida de gran calidad.






Llegó el momento en que ninguno de los monos hacía ni el más mínimo intento por alcanzar los frutos venidos de arriba; ese fue el lapso escogido por los científicos para añadir otra variante: Sustituyeron uno de los primates por otro nuevo.



Al día siguiente, cuando "la tentación" apareció colgada, el nuevo mono se abalanzó sin pensarlo sobre ella, pero la reacción de su comunidad estaba ya trazada, y el pobre chimpancé tuvo que soportar a todos sus compañeros golpeándole, chillándole y disuadiéndole de acercarse a ese peligroso cebo; hay que notar que desde ese día el agua no volvió a caer nunca más, pero los monos no estaban dispuestos a que sucediera de nuevo, de modo que no permitirían más intentos temerarios, no fuera que el agua presurizada volviera a incomodarlos. No tardó mucho el nuevo chimpancé en comprender el sistema, y pronto se conformó a ver bajar y subir aquellos maravillosos plátanos sin que nadie los tocara, pero nunca “pudo comprender” por qué no le dejaban asir aquellos frutos llamativos...

Pasada esta fase, los humanos sustituyeron un nuevo mono, y evidentemente, se repitió la historia del novato agredido por sus congéneres al intentar tomar los frutos "no permitidos". Luego vino un tercero, un cuarto... Hasta un décimo chimpancé novel a la jaula, que a golpes aprendió la lección. Ninguno de los nuevos inquilinos sufrió jamás el ataque del chorro presurizado, solo aprendió la furia con que los otros vecinos de jaula embestían contra el que lo intentara, por algún motivo “misterioso”.


Llegado este momento se dio por concluido el experimento, y lo consideraron un éxito absoluto ¿Pero por qué?


Los estudiosos consiguieron establecer una pauta en la comunidad simia: Ninguno de los primates se acercaría más a los substanciosos plátanos que cada día bajaran a la vista de todos. Lo curioso del experimento es que, al no quedar ninguno de los diez monos que comenzaron el experimento, ninguno de los enjaulados sabía exactamente qué pasaría si uno de ellos llegara a coger los plátanos; ninguno de ellos había recibido el impacto de los chorros a presión que recibieron los primeros, sin embargo ni uno solo de ellos se atrevería a intentarlo… ¡Por temor a la amenaza de sus propios compañeros!


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¿No te resulta curioso lo que una costumbre adquirida puede hacer? Alguno puede pensar que estos experimentos solo funcionan con animales, pero hoy día hay humanos que se comportan de manera semejante a estos monos: Hay gente que sigue costumbres y supersticiones sin saber de dónde vienen, ni quién las inició, ni qué pasaría si algo cambiara, ni siquiera saben si son beneficiosas o perjudiciales ¡Pero las siguen haciendo!



Y profundizando en la herida, decir que hay lugares que se llaman cristianos (de cualquier índile), en los que se establecen ritos, liturgias y tradiciones que se convierten en ley intocable: Quien ose remover esos cimientos, puede salir mal parado, y tachado de rebelde, mal cristiano, murmurador, obstáculo, piedra de tropiezo, falso maestro, cuestionador de la autoridad, orgulloso, engañador, insumiso, irreverente... E incluso, algunos usarán palabras mal empleadas, sin saber siquiera lo que de veras significan, con la única intención de ofender, palabras tales a estas: Apóstata, hereje, anticristo...


El sistema funciona así, y habría que plantearse quién movió los hilos para que así fuese ¿Quién maneja el asunto para que todos se comporten como marionetas que siguen el guión establecido por alguien que no conocen y por razones que ignoran? Cualquiera que sea manejado por ese “ente”, argumentará una simple frase: "Me lo enseñaron así. No hay más que hablar. No debo cuestionar o estar murmurando"



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